miércoles, 27 de enero de 2010

LA TOMA DE LA CAPITAL DE MÁLAGA, POR ANTONIO GALA



El libro de Antonio Gala “El Manuscrito Carmesí” relata la toma de la capital de Málaga por los reyes castellanos, Fernando e Isabel, en el agosto de 1487. Y dice así:


El rey Fernando, recurriendo a un procedimiento ya habitual, solicitó la presencia de la reina Isabel y sus tropas, que estaban en Córdoba. Presionado por su esposa, el rey, que sólo había empleado hasta entonces artillería menor para conquistar la ciudad sin excesivo daño, resolvió utilizar los cañones de calibre más grueso; el estrago y la mortandad fueron incontables…

El hambre se agravaba por momentos dentro de los muros de la ciudad; se acabó el trigo y se sustituyó por la cebada. Hubo que tomar medidas radicales; todos los alimentos se requisaron y se almacenaron; se daban a quienes combatían cuatro onzas de pan por la mañana y dos por la noche; las raciones disminuyeron hasta su inexistencia. Los malagueños entonces devoraron sus asnos y acémilas; después, sus caballos; luego, perros, gatos, ratones y toda suerte de animales inmundos. Con ello sólo intentaban retrasar la muerte. Recurrieron a los cogollos de palmeras cocidos y molidos, a las cortezas de árboles, a las hojas de vid y de parra picadas y aliñadas con aceite. Nada quedaba en la ciudad que, aún sin ser comestible, pudiera ser comido. Las enfermedades por desnutrición y envenenamientos cundían; se multiplicaban las defunciones y, sin embargo, el pueblo continuó su ciega resistencia. Con esforzado empuje y corazón bizarro, quienes no disparaban —hembras, ancianos, niños— reparaban las defensas, preparaban las municiones, secaban el sudor de los soldados, refrescaban su cansancio hasta que ellos mismos caían moribundos, extenuados por la debilidad. Los admirables malagueños clamaron por un socorro que nadie les prestó….

El día 18 de Agosto de 1487, en el mes de Rayá, en medio del calor, entró por las puertas de Málaga el comendador de León. El 19, muertos sus defensores, Gibralfaro cayó. Al Zegrí, encadenado, se le mandó a una miserable mazmorra de Carmona. Sus últimas palabras al despedirse de su tierra fueron:

—Yo juré defender mi patria, mi ley y el honor de quien en mí confiaba. Me han faltado ayudadores que me ayudaran a morir peleando. No es culpa mía seguir vivo.

En Málaga habían muerto 20.000 personas; los cerca de 15.000 restantes fueron vendidos por los reyes cristianos en cincuenta y seis millones de maravedíes.



Episodio muy significativo sobre la historia de Málaga aportado por Javier Fernández, de la Asociación Rayya para la Defensa de la Provincia de Málaga.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buena aportación. Juan.

JoSeFp dijo...

Y nos quejamos ahora... en fin miremos al futuro también.